viernes, 20 de julio de 2007

del asesinato (fotográfico) considerado como...

Thomas, nuestro "alter ego", desarrolló un fundamentado y divertido panegírico sobre el tema del título. Vamos a aprovecharlo para, sobre hombros de gigantes, elevar un lamento sobre el futuro que se le presenta a la fotografía.

Hubo un tiempo en que el fotógrafo diletante era un ánima abierta y reflexiva que compendiaba las posibilidades de los medios físicos, (no solamente en la primera acepción de físicos, sino en el entronque primigénio de las leyes físicas y también químicas que regian el universo en que se desenvolvía), la naturaleza del entorno que le rodeaba, y como no, las posibilidades económicas que necesariamente lo acercaban al suelo de su realidad humana y social.

Todas estas condiciones se tornaban, no en un lastre, sino en un acicate para el desarrollo de su imaginación, y de su arte, seleccionando cuidadosamente cada tema, motivo, medio, y alcance. Ello delimitaba su responsabilidad proveniente de una libertad reflexiva y lo caracterizaba como creador demiurgo de su obra.

El tránsito hacia la concupiscencia digital omnipresente y omnipotente está configurando fotógrafos irreflexivos confortablemente sustentados en el poder omnioso de sus medios ilimitados.

El alma refluye y se retrotrae esquiva, asustada ante la parafernalia electrónico-informática. Las series infinitas de infinitos disparos infinitamente nítidos e infinitamente aufofocados se parecen más al "ametrallamiento" de la presa que a la captura sutil nabokoviana.

La diferencia entre la "caza" y el "asesinato".

"Soy tirador, no cazador", se definía ufano un conocido defendiendo el "arte" de un disparo de 900 metros, que con la ayuda de la técnica, abatía una pieza indefensa y desprevenida.

No es nuestro estilo. Permaneceremos mientras nuestras máquinas mecánicas, extensión de nuestros índices, sean capaces de mover sus obturadores, mientras haya película, químicos, y papel, mientras la emoción del recien iniciado siga surgiendo en la oscuridad del laboratorio en ese momento mágico en que la nada blanca se transmuta en un universo monocromo de matices sutiles sintiendo el hálito del espíritu creador.

Parafraseando a Thomas: "...si uno empieza por permitirse una cámara digital, pronto no le da importancia al encuadre, de ahi pasa a olvidar la profundidad de campo y a disparar atropelladamente, y se acaba adquiriendo un marco electrónico o viendo las fotos en la tele."

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